miércoles, 23 de febrero de 2011

La atención descuidada

La señora discreta. Años desde que mantuvo una charla con un vecino, más allá de Hola, buenos días. Lo más normal es que voltee la cara, pero de una manera que va con su pulcra y cuidada personalidad, como si en ese preciso instante sucediera algo importante en la calle, algo que llame la atención.

Discreta, conservadora y escrutiñadora; separa y rechaza a quien no se parece a ella. Quien no tiene la casa perfectamente limpia con los árboles perfectamente cortados y los autos perfectamente nuevos. Contrata trabajadores para todo.

Esta señora cuenta con sesenta y tantos años, y probablemente se siente más blanda del corazón, pero aun no puede mostrarlo a quien se le cruza afuera de su casa, en esta humilde vida.

Es tímida, su esposo es tímido, y las hijas también salieron tímidas: corren a su auto cuando salen de su casa, para no tener que saludar a un vecino, para no tener que soportar la ansiedad.

Así es la timidez, se parece a la soberbia. Pero curiosamente, en este caso la timidez va de la mano con la práctica de asistir a la iglesia (quien asiste a la iglesia no tiene pecados), donde comparte sus inclinaciones de fe, y ahí da la mano al hermano que está a su lado, escuchando humildemente el sermón.

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